miércoles, 21 de enero de 2009

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B - 25 de Enero de 2009

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba el Evangelio de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio». Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Seguidme y yo os haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca, arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.

Palabra del Señor.

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Reflexión

¿Cuantos de nosotros seríamos capaces de imitar a los primeros cuatro apóstoles? Si viniese un Profeta y dijese a al Gerente: deja los negocios; y al Profesor: baja de la tarima y arroja los libros; y al Obrero: devuelve tus herramientas que te daré otro trabajo; y al Rico: da todo lo que tienes pues conmigo adquirirás un tesoro incalculable, ¿cuántos lo seguiríamos con la misma espontaneidad de aquellos pescadores?
A todos los cristianos Dios nos ha dado una vocación, sin ningún merecimiento propio, pues todos nacemos a plena luz del Evangelio. Es por ello que nuestro primer llamado es a la santidad, esa es la vocación universal de todo cristiano. Santo Tomás nos enseña que "el auxilio de Dios mueve y excita la mente para que abandone el pecado". Por tanto, es evidente, que la santidad sólo se alcanza con el auxilio de Dios

Nuestro Señor nos llama a todos abandonar el estado de tibieza en que vivimos, sobre todo en nuestros tiempos. Quiere que demos buen ejemplo, que practiquemos el bien, y llevemos con paciencia nuestra cruz. ¿Cuál es el camino para alcanzar la santidad? El cardenal Gomá nos invita a admirar “la maravillosa transformación que produce el llamamiento de Cristo en los hombres. De simples pescadores hace Jesús, con una palabra, maestros de su doctrina, fundamentos de su Iglesia, pescadores de hombres. De esta transformación participamos todos: cada cual según la gracia de Dios. Unos son doctores, otros apóstoles, otros fieles, según la gracia multiforme de Dios. Pero la vocación al reino de Dios, cualquiera que sea el lugar a que se nos llame, nos hace siempre grandes”. Por tanto, lo que nos interesa es una obediencia pronta y total a Dios que nos llama, como la de los apóstoles en este pasaje del Evangelio.

La respuesta de los apóstoles es radical: lo dejan todo para seguir a Nuestro Señor. Así debemos hacerlo, a lo menos con el afecto: Bienaventurados los pobres de espíritu. Nadie puede ir rápidamente al cielo estando apegado a los bienes de la tierra. Además, ¿de que nos servirán los bienes materiales en la Patria Celestial? La radicalidad de los apóstoles es el testimonio que estamos llamados a dar.

¿Qué implicancias tiene dar testimonio? Juan Pablo II nos enseña que “Jesús asegura que las renuncias que exige la llamada a seguirlo obtienen su recompensa, un «tesoro en los cielos», o sea, una abundancia de bienes espirituales. Promete incluso la vida eterna en el futuro, y el ciento por uno en esta vida. Ese ciento por uno se refiere a una calidad de vida superior, a una felicidad más alta.”
La experiencia nos enseña que el seguimiento de Nuestro Señor, es una vida profundamente feliz. Sin embargo, el mismo Juan Pablo II escribe al respecto que “esa felicidad se mide en relación con la fidelidad al designio de Jesús, a pesar de que, según la alusión que hace Marcos en el mismo episodio a las persecuciones (cf. Mc 10, 10), el ciento por uno no elimina la necesidad de asociarse a la cruz de Cristo.”

¿Debemos tener alguna condición especial para recibir el llamado de Cristo, sea en el estado de vida que Nuestro Señor determine? No. Este es, como ya se dijo, un llamado universal. San Beda nos deja claro que el seguimiento de Nuestro Señor solo es posible con su gracia. Así el santo expresa que “pescadores e ignorantes, son enviados a predicar, para que se comprenda que la fe de los creyentes está en la virtud de Dios, y no en la elocuencia ni en la doctrina”.

CM

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